lunes, 20 de mayo de 2013

Vida de Sabueso - Parte 1

"Somos lo que podemos y nos dejan"

La vida se había portado de manera bastante ingrata con Sergio.  Cuarenta y tantos, y confinado tristemente a ser seguridad de una cadena de supermercados. En su versión small de local, esos que se denominan "express" porque sirven para comprar esas cosas de último momento.

Sin arma, sin placa. Era demasiado viejo para entrar en la Metropolitana y su policía de elite.  De la Ramón L Falcón nunca lo aceptaron por su defecto visual y su diminuta estatura.

La empresa de seguridad que lo había contratado tenía varias divisiones y él aspiraba a poder ingresar en la división bancaria. Esos que custodiaban los camiones blindados y portaban armas de grueso calibre. Se suponía que alguien de recursos humanos patrullaba las sedes detectando talentos.

Pasó toda su infancia incorporando material de Steven Segal, Chuck Norris, Schwarzenegger y otros tantos paladines de la acción. Incluso había tomado clases de karate y tae-kwon do llegando a  cinturones decentes. Ahora corría y hacía abdominales, simplemente para que la busarda no pasara a primer plano.

Guardaba un amansalocos por las dudas. Un palo, arma no permitida por "Securicity" pero se las había ingeniado para colocarla detrás del atril desde el que "monitoreaba" a los que ingresaban, pegando stickers en productos que ingresaban o indicándoles el camino a los lockers. Las directivas de la empresa eran no actuar, comunicar cualquier evento por la radio y no intervenir. Sergio sabía que él era un hombre de acción.

En la vereda opuesta, el super chino "Hua Shang". De tanto en tanto cuando iba a fumar en sus espacios de descanso, miraba a los chinos trabajar y mandonear a los peruanos que habían insertado una verdulería en la parte de adelante, seguramente pagando un alquiler oscurísimo. 
Sergio había visto el chino desde los inicios. Como empezó siendo solamente un chino con varios empleados y, gradualmente, todos ellos (panadería, fiambrería, cajas, envíos) otrora criollos o  latinos, fueron reemplazados por orientales, que fueron aprendiendo el negocio y, asumía él, expatriados para colaborar con la economía familiar y trabajar fines de semana, feríados y días comunes de 08:00 a 23:00.

No había un día en que Sergio no cruzara una mirada con Li, el dueño del super. Parecía que lo miraba y sonreía con sus dientes torcidos y amarillos. No devolvía gentilezas. Esa risa era falsa, como todo en Li, excepto cuando contaba la plata de las diferentes recaudaciones. Allí sus gestos eran genuinos y su felicidad demostrada.

Una tarde de otoño, cerca del cierre del super... (continuará)

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