lunes, 30 de diciembre de 2013

Un cuentito de Navidad

El buda de la 9 de Julio reina desprejuiciado. Su ombligo profundo y su panza de vino atestiguan sus excesos.

No conoció a Pechito y nunca tendrá una placa con su nombre. Menos ahora que inauguraron el monumento a las cataratas.  Parece burla, pero el solo hecho de sumergir sus patas sucias en ella resulta tentador y a la vez asfixiante, como pasarle por al lado.

Un día el Buda (una vez supo responder al nombre de Luis) se cansa de todo y siente un designio divino. El mensaje le viene de abajo, justamente del lado opuesto a la jurisdicción de Francisco.

En ese momento, le parece adecuado manotearse el ganso ante la mirada atónita de Laura, que va camino al trabajo. Si Laura, le dice, queréis un poco?. A ella le asquea casi tanto como le aterra que sepa su nombre.

El Buda va directo al Cajero Automático. Siembra el terror en el tocando todos los botones y abrazando a un señor mayor, de esos que demoran mucho. El de seguridad no se anima a sacarlo, le pagan demasiado poco para tener que combatir con armas químicas.

Pasa por la rotisería del Chino, esa que puso delante del super. Mete sus mugrosas manos en la ensalada. Sigue hasta la verdulería del Peruca. Hace malabares con los kiwis y le estampa un beso de lengua a la señora mayor, que podría ser la madre, tía, hermana o hija del dueño.

Las vibraciones se vuelven cada vez más fuertes y el buda comienza a elevarse, primero a unos diez centímetros del piso. Más tarde a veinte. Ya se traslada levitando.

Un automovilista se saca los mocos en el semáforo mientras ignora a un juglar callejero. Buda pasa flotando por entremedio, su estela de vaho conmueve, al malabarista se le cae todo.

Y es allí donde Buda trasciende en serio, se eleva de verdad, y empieza a volar para  dirigirse a donde las energías malvadas lo invocan. Ese lugar se llama Congreso Nacional. Ahí su vibra detecta quiénes son corruptos, quienes le entran a la Ricarda, quienes juegan con la voluntad popular. Lluvia marrón para ellos, señores. Lluvia marrón para la clase dirigente, para los negociados y la corrupción. Lluvia marrón de validación, de hacerlos hijos suyos con todas las letras, total se limpian y después nos siguen cagando.

“Bien hijo, tu misión de este viaje ya está casi terminada”.  Es navidad y esta fecha es ideal para acercar mi infierno. Quiero que te entremezcles entre los piquetes por cortes de luz, tengo a alguien de confianza en una posición del gobierno que se encarga de manejar el tema eléctrico, en tres, dos uno. Pooof 24 barrios sin luz.

Buda sigue planeando, 38 C de térmica a la sombra,  vuela por las casas de los que menos tienen, sobre todo educación y les regala el deseo de robar, de ponerse a mano y de conseguir gratis y sin esfuerzo.

Son las 3 de la tarde, el asfalto de la 9 de Julio quema como fuego. El buda se eleva, más y más.

La gente no puede creer lo que ve, un gordo sucio en pelotas a media altura. 

En el medio del pavimento, se abre un agujero y el Buda entra como por un tubo. Se cierra, dos autos chocan. Uno de los conductores se baja con un trabavolante y le rompe todo lo que le quedó sano al otro de su auto y cara.


Normalidad señores, eso es lo que nos falta en un diciembre como cualquier otro.


Nota del A: El Buda existe, y para preservar su identidad y el buen gusto de este blog, no incluirémos fotos de él. Si sos habitué del microcentro sabés de quién hablo.