lunes, 21 de mayo de 2012

Una de Cal y una de Arena.


Una de cal y una de arena. Así había sido toda su vida. Hijo de un estricto juez y una maestra de primaria, Salvador, para sus amigos Salva, no tenía opción ni término medio en esta.

8 años de seminario al que llegó a traves de una vocación forzada, lo habían conducido al abandono, a las malas compañías y a un falso amor de su vida, que estaba por costarle la suya.

Saravia,  el rústico carcelero que se había transformado en una especie de amigo, le alcanzaba una toalla, un jabón y una comida decente. Lujos de un condenado que no se daban con los presos comunes. Allí la supervivencia del jabón no tenía que ver con la espuma precisamente.

Su abogado, el conocido y mediatico Esteban Bogani, le había prometido una segura excarcelación, asegurando su presencia en cuanto programa amarillo de rumores y noticiero le ofreció el micrófono. No obstante, a la hora de enfrentar al juez, de nada sirvió la pantalla caliente.

Comió poco, leyó dos hojas del Coran que devinieron en un rezo, buscando confort de espíritu y congraciarse con el fantasma de Paula. No hubo caso ni conexión.  El Islam lo recibió con los brazos abiertos después del frustrado paso por el catolicismo, pero solamente a los efectos de adoctrinarlo. Nada para reconfortar su alma.

En pesadillas, esa fatídica noche volvía una y otra vez a sus recuerdos. Las discusiones, el hábito de arrojar elementos pequeños primero, subir el tono de la discusión hasta pasar al grito y golpearse.

El pasado de Paula como prostituta VIP tampoco ayudaba demasiado. Las finanzas del hogar, hacían que ella planteara con frecuencia el plan B de volver al ruedo, cosa inaceptable para Salvador, que veía con disgusto la insistencia de su mujer, percibiendo un dejo de gusto por la profesión.

Esa noche, casi entrando a la madrugada, Salva estuvo desvanecido un par de horas luego de que paula lo empujara sutilmente, golpeando su cabeza con un escalón del living.

Su siguente recuerdo impactó en su retina como una bocanada de aire caliente. Ojos bien abiertos de Paula, boca entreabierta, mirada perdida y un río de sangre bañándola toda. Acto seguido clavó su vista en sus manos por sentirlas húmedas. La misma sangre que tapizaba el living hacia escala en él y en un ídolo de la isla de pascua que habían traído de recuerdo de su viaje de “No nos casamos porque sale mucha plata, pero viajamos en su lugar”.

El ídolo había sido usado para desgarrar la cabeza de Paula hasta el punto de parecer una cáscara hueca o un mate vacío.

En ese momento la puerta cayó abajo cediendo ante los embates de los policías, que al encontrarse con esa escena del crimen, poco les costó reducir a Salva,  contaminar cualquiera evidencia e incriminarlo al mismo tiempo.

Sí alguien entró e hizo algo en esos momentos de blanqueo, nunca lo sabría. Menos, con los acontecimientos que habrían de venir.

Continuará...

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