Una de cal y una de arena. Así había sido toda su vida. Hijo de un estricto
juez y una maestra de primaria, Salvador, para sus amigos Salva, no tenía
opción ni término medio en esta.
8 años de seminario al que llegó a traves de una vocación forzada, lo
habían conducido al abandono, a las malas compañías y a un falso amor de su
vida, que estaba por costarle la suya.
Saravia, el rústico carcelero que se
había transformado en una especie de amigo, le alcanzaba una toalla, un jabón y
una comida decente. Lujos de un condenado que no se daban con los presos
comunes. Allí la supervivencia del jabón no tenía que ver con la espuma
precisamente.
Su abogado, el conocido y mediatico Esteban Bogani, le había prometido una
segura excarcelación, asegurando su presencia en cuanto programa amarillo de
rumores y noticiero le ofreció el micrófono. No obstante, a la hora de
enfrentar al juez, de nada sirvió la pantalla caliente.
Comió poco, leyó dos hojas del Coran que devinieron en un rezo, buscando
confort de espíritu y congraciarse con el fantasma de Paula. No hubo caso ni
conexión. El Islam lo recibió con los
brazos abiertos después del frustrado paso por el catolicismo, pero solamente a
los efectos de adoctrinarlo. Nada para reconfortar su alma.
En pesadillas, esa fatídica noche volvía una y otra vez a sus recuerdos. Las
discusiones, el hábito de arrojar elementos pequeños primero, subir el tono de
la discusión hasta pasar al grito y golpearse.
El pasado de Paula como prostituta VIP tampoco ayudaba demasiado. Las finanzas
del hogar, hacían que ella planteara con frecuencia el plan B de volver al
ruedo, cosa inaceptable para Salvador, que veía con disgusto la insistencia de
su mujer, percibiendo un dejo de gusto por la profesión.
Esa noche, casi entrando a la madrugada, Salva estuvo desvanecido un par de
horas luego de que paula lo empujara sutilmente, golpeando su cabeza con un
escalón del living.
Su siguente recuerdo impactó en su retina como una bocanada de aire
caliente. Ojos bien abiertos de Paula, boca entreabierta, mirada perdida y un
río de sangre bañándola toda. Acto seguido clavó su vista en sus manos por
sentirlas húmedas. La misma sangre que tapizaba el living hacia escala en él y
en un ídolo de la isla de pascua que habían traído de recuerdo de su viaje de “No
nos casamos porque sale mucha plata, pero viajamos en su lugar”.
El ídolo había sido usado para desgarrar la cabeza de Paula hasta el punto
de parecer una cáscara hueca o un mate vacío.
En ese momento la puerta cayó abajo cediendo ante los embates de los
policías, que al encontrarse con esa escena del crimen, poco les costó reducir
a Salva, contaminar cualquiera evidencia
e incriminarlo al mismo tiempo.
Sí alguien entró e hizo algo en esos momentos de blanqueo, nunca lo sabría.
Menos, con los acontecimientos que habrían de venir.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario