jueves, 18 de julio de 2013

El duelo

Colectivo hora pico, siempre alguno apoyando, otros pungueando. Hijos de punga.

Enfrascado en mis audiso, cierro los ojos y me dejo llevar. Por la música y por el fercho. El tiene su propio swing, cachengue y tucutuc tucutuc

De pronto me abstraigo y llega ese tema complicado. Rock progresivo. Me lo se de memoria.

Pelo manos y empieza el sólo de air guitar, virulento. La vieja que tengo al lado me mira con una mezcla de asco y sospecha de sabueso del FBI. “Este se droga, pendejos de mierda”.

Estoy limpio, pienso. Nunca consumí nada más que buena música. Redoblo la apuesta, más fuerte. La desafío, le tiro una sonrisa y lenguetazo a la Gene Simmons. Me pide cambiarse de lugar y me hago el sordo. No te escucho, no te entiendo. “Ah ¿Queres bajar?”  Ok, la dejo pasar. Pero sabé quién tiene el rock. Yo soy el rock, la despido con los últimos acordes.

Se viene un nuevo tema. Ese que exige que de todo de mi. Siento que el colectivo es un mosh pit inmenso, que me ovaciona. El vendedor ambulante que trata de vender unas tristes medias 3x1 es el cocacolero. El colectivero es el patova de seguridad, firme te manda para atrás.

De repente salgo de trance un poco. Abro un ojo. Al lado mío un pibe  ocupa el lugar que dejó vacante  la azafata del tren fantasma. También tiene headphones al palo y barba prolijamente desprolija, es un Babasónico, pensé.

Bajo un poco el volumen para escuchar su audio. Eso no es rock  ni metal. Es rock Cristiano. Parece Creed. Qué banda de mierda. Se sabe que el rock de verdad es de Satan.  Dios llegó tarde al reparto de melodías, le tocan esos cantitos de iglesia te seguiré la Lara Lara y eso.

Vuelvo a subir el volumen, redoblo la apuesta, con mucho más énfasis en el refuerzo de bajos.
Mis pedales imaginarios me dan la distorsión necesaria para poner en su lugar a este maarracho.

¿De que te reis?. Cruzamos contacto visual. Desprecio tú rock blando, comercial y masificado por la corporación ecumenica.. 

Tu mensaje divino de que todos somos buenos, cuando sabemos que el rock y el metal son protesta, enojo, Rages Against the Machines. And when the Machine breaks down,  aparecen estos engendros de pseudo rock.

Al toque entiende la onda del duelo. Nos trenzamos. A muerte. Como en la peli Crossroads, me siento Steve Vai. Voy por la revancha con las banderas del diablo.

La gente nos mira. No hay lugar para tibios. Tiro un punteo venenoso. Seguro que tú banda eclesiástica no tiene ni idea de esto. Va!

Me pasé de parada, no importa.  Mis manos van más rápidas que su vista, busca reproducir y no le sale. “Tomaaa, mi guitarra tiene 7 dedos, el que no grita Sepultura para que carajo vino”. El resto del pasaje mira con susto. Alguno parece amagar un llamado al 911.

Lo arrincono. El diablo se apodera de mi, y me dicta los sonidos más extremos. Nunca “toqué” así, ni siquiera en la PlayStation, con mi guitarrita de plástico.

Derrotado, me pide permiso para bajar. Antes de hacerlo me mira y me dice haciendo unos cuernitos al reves “Sos un pelotudo, que Dios te bendiga”.


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