viernes, 10 de octubre de 2014

El inspector

La vida es un combo agrandado por cincuenta centavos.

"Vos sabés quién soy yo???" La vena de la frente se le marcaba como teléfono de Susana Giménez en la casa de una jubilada. 

"Señora usted me esta faltando el respeto a mi", devolvía una temerosa cajera, no podía perder este laburo, por más de mierda que fuera.

"Sos una irrespetuosa, una maleducada, esta hamburguesa tiene condimentos", decía la señora de la cinco décadas claramente perdidas, con la boca semillena. "Dónde esta el encargado?".

Allá a lo lejos, el responsable del local, miraba sin ganas de intervenir y se arrepentía de no haberse tomado el día libre.

"Ustedes se cagan en los clientes, claramente te pedí mi hamburguesa completa SIN aderezos, SIN tomate, SIN pepinos, y SIN lechuga. Llama a un supervisor ya mismo!!. Dale, movete, PARDA".

"Te pedí cocalai sin hielo y mira, qué es esto????". Al terminar de decir esa frase, volcó el vaso en el mostrador, cayeron dos hielos, ante la mirada atónita y expectante de los parroquianos, que no se iban a meter ni en pedo.

"Dele señora", se escuchaba de forma anónima desde la cola. Era un dele educado, de esos que vienen de tipos que tienen que volver al laburo, con tiempo limitado de almuerzo

"No se preocupen!!,  emergió uno de la fila, "Soy un supervisor de la casa central de esta compañía, sita en Hamburquerque  y aquí tienen mi credencial". Rápidamente mostró un cupón de descuento de dos por uno en helados, y dirigiéndose la mirada a la cajera, le guiñó el ojo de manera sólo perceptible para ella.

"Usted señora tiene todo el derecho a molestarse, es una situación inadmisible y vamos a enmendar el error. Por Dios, vaya...usted es muy hermosa!".

La viejseñora mayor estaba exultante, ese color de tintura rojo flúo iba a cobrar su primera víctima. El "inspector" la tomo de los brazos y, sin dejarla reaccionar, comenzó a meterle mano y a comerle la boca como nunca. A pesar de su incipiente menopausia, su zona del amor se conmovió. Esa cara de Dios que estaba con el cartelito de "Salí a comer y no vuelvo nunca mas".

El espectáculo era la mezcla exacta entre lamentable y bizarro. Algunos  vomitaron y juraron no volver a tomarse la hora del almuerzo nunca más.

La cajera no salía de su asombro, el "inspector" volvió a mirarla en pleno chape y le guiñó el ojo.

"Ya esta, no hace falta!. El sundae lo vengo a buscar mas tarde. Uhhh com estoy!! Baaay!" 

La viejseñora se llevó sus calores para el fondo del local.

El "inspector" capturó el fono de la cajera. 

Ese viernes salieron, bailaron unas cumbitas, curtieron, se cogieron, en ese orden. 

Y no volvieron a verse.

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